BIOGRAFÍA DE LA PLAZA DE BOLÍVAR DE MANIZALES (II)

Vicente F. Arango Estrada.

 

3a) Tercera Plaza de Bolívar: 1884-1911 

En el pasado número del Archivo Historial, (84), iniciamos esta Biografía, la que continúa en esta nueva aparición, avanzaremos con ella, para ilustración de nuestros lectores.

Esta Plaza, la que en su orden es la tercera que ha tenido la ciudad, la que conocieron nuestros antepasados, en 1884, todavía era un descampado, medio plano, sin ningún tipo de pavimento, pero que ostentaba la hermosa pila importada y en el que se realizaba, desde antes de la oficialización de la fundación del Distrito Parroquial de Manizales el mercado público que, en buena hora, impulsó Don Marcelino Palacio.

 

Mercado que tuvo dos variaciones anteriores al asentamiento final en la Plaza de Santa Ana, la que luego se llamaría Plaza Alfonso López; el primer cambio del mercado público e hizo a partir del 6 de septiembre de 1870, cuando se convino en cambiarlo de día, del domingo al sábado, para poder honrar la fiesta de guarda"; el segundo cambio fue debido al terremoto del 9 de febrero de 1878. cuando se arguyó, por parte del Alcalde, Don Mario Arana, que “...mientras se demuele la torre y se reponen las casas del marco de la plaza, la feria semanal se celebrará en la Plazuela de Sucre...”, conocida hoy como Parque de Caldas.

 

En esta tercera Plaza el único amoblamiento urbano, desde 1887 en adelante, fue la Pila metálica, en desarrollo de un Acuerdo Municipal del 15 de septiembre del mismo año, cuando fue contratada a Don Luis M. Jaramillo Walker, con su instalación por un valor de $ 4.273.00. Otro Acuerdo Municipal del 2 de enero de 1888, destinó $ 400.00, para su instalación y el de su acueducto, el que tomaba el agua para ella de la Quebrada Olivares.

La inauguración de aquella hermosa pila y su acueducto, nos lo narra, en un lenguaje socarrón, el supramentado Padre Fabo así:

“....Dícese que los habitantes de Salamina, emulando la prosperidad de Manizales, y sobre todo por cuestión del traslado de la Prefectura, no veían con buenos ojos esta obra salvadora; así es que a los grandes y ruidosos regocijos que se celebraron con motivo de la inauguración del acueducto, acudieron de los lugares circunvecinos muchos forasteros, y entre ellos, algunos de Salamina un tanto enfurruñados y medrosicos. Y se cuenta que cierto señor llamado Alfonso Macía, quien no podía creer la realización de aquella obra de ingeniería, recomendó a alguno de los que fueron a las fiestas, que le telegrafiara avisándole si brotaba el agua en la fuente o no. Si llegaba a brotar, debía ponerse en el telegrama esta sola palabra: Chorreó. El recomendado, que participaba de la incredulidad de Macía, en llegando a la plaza, como viese la hermosa pila de bronce, que, dicho sea entre paréntesis, costó $ 3.000.00, la pila sola, suma que se pagó con oro extraído de la mina de El Gallinazo, en presencia de ella, el buen hombre exclamó con aire de triunfo: ¡ Muy bonita eres; pero no chorrearás ¡.

Esto fue antes de la inauguración, y por mortificar a los manizaleños, hizo imprimir y colocar unos cartelones que decían: - Dadnos agua, que si no, nos vamos los forasteros-. El tal asistió al acto de la inauguración de la pila, y presenció la salida del agua por el surtidor. Entonces fuése a la telegrafía y puso el siguiente parte parodiando aquello de César: Vine, ví y chorreó. El de Salamina no se satisfizo, y preguntó así: -Pero es agua?- El de las fiestas, fue a la pila, probó el agua y redactó este otro telegrama: - Chorreó, probé y... era agua ¡-...”.

El 19 de julio de 1910, debido al crecimiento de la ciudad y la gran congestión pública que ocasionaba el mercado en la plaza principal de la ciudad, se ordena, por medio de Acuerdo Municipal, el traslado de dicho mercado al descampado que había al lado del convento e iglesia de los Padres Agustinos, el que algunos llamaban Plaza de Santa Ana.

La historia de esta tercera Plaza puede remontarse al miércoles 5 de noviembre de 1884, cuando la ciudad es estremecida por un movimiento telúrico, que afecta gravemente las construcciones alrededor de ella, dejando la “casa de Dios” en un estado lamentable.

Prácticamente quedó destruida la iglesia, como nos lo cuenta alguno de los libros del archivo de la Parroquia“...En Manizales a seis de noviembre se reunió la Junta directiva de la Iglesia, con asistencia de todos sus miembros, con el objeto de tomar alguna resolución por cuanto el terremoto ocurrido en la última noche que acaba de pasar hizo considerables daños en el edificio de la Iglesia Parroquial, y muy especialmente en el frontis que ahora está en vía de reconstrucción...” .

Por lo que luego de múltiples discusiones y pasados algunos meses se oficializó demoler las ruinas y construir un nuevo templo como se había convenido anteriormente, pero, pese a esto, la demolición no se da, más bien se hacen rudimentarias reparaciones y restauraciones.

Debido a la resolución, anteriormente tomada, de demoler el viejo templo y de construir uno nuevo, de mucho mayor tamaño, ya se habían adquirido algunos lotes vecinos; es por ello que desde el 20 de diciembre de 1884 el cura Gregorio Nacianceno Hoyos había comprado la casa situada a la parte suroccidental de la Plaza a don Cristóbal Santamaría por la suma de $ 3.000, saliendo, por aquellos mismos días decembrinos, para Bogotá a contratar con el arquitecto Mariano Santamaría los planos de la nueva y grandiosa construcción que se queria¡ Y verdaderamente fueron hermosos¡.

Desde el 25 de abril de 1885 se compró la casa de don Pablo Jaramillo por la suma de $ 12.800, suma de la que don Pablo hace donación de $ 800 para las obras del nuevo templo, que se unen a los $ 400 dados por Manuel Grisales, los $ 240 donados por Alejandro Gutiérrez, los $ 320 entregados por los hermanos Arango, los $ 320 que donó la casa comercial Cortés y Salazar, sumándose todo esto a la espléndida donación hecha por don Agustín Ortíz que dio una casa que fue vendida en $ 12.500; así mismo, los señores Justiniano Mejía, Ignacio Villegas, Manuel y Juan de Dios Jaramillo, donaron, cada uno $ 900, pasando este dinero a engrosar los fondos comunales para la construcción.

Por lo que el 6 de agosto de 1885, se inicia la demolición de la Iglesia Parroquial, para iniciar el 28 de agosto de 1888, la construcción del segundo templo parroquial de Manizales, con planos encargados al arquitecto bogotano Mariano Sanz de Santamaría, dirigiendo la obra Heliodoro Ochoa y los trabajos de Julián Isaza y Rafael Londoño.

Construcción que también fue estremecida por terremotos, el miércoles 5 de mayo de 1886 y el lunes 29 de noviembre de 1886, Iglesia que se consideró terminada en 1897, estimándose su costo total en $ 200.000.00; para su ornamentación y dotación, en 1898.

El altar mayor, para este Templo, “uno de los más bellos de Colombia” fue traído de París, con un costo de $ 22.231.00 francos y colocado en ese mismo año. Altar que fue rescatado antes de que el incendio de marzo de 1926 lo consumiese y que hoy en día (2012) se encuentra instalado en la Capilla del Palacio Arzobispal, faltándole algunos elementos. Ese mismo año 1898, son colocadas las verjas que rodean la Catedral, las que fueron traídas de Alemania, construidas en los Talleres de Theile y Guach de Hamburgo a un costo de $ 4.937 marcos y en este mismo año se trae de Alemania el órgano que costó $ 6.000 marcos. Pocas personas, como el arquitecto César Moreno, conocen al detalle los atributos artísticos y arquitectónicos que tuvo aquel templo, los cuales, muy seguramente, toma de un autor desconocido y contemporáneo de aquella joya regional. Así nos la describe en su libro “Retrospectiva de Manizales – Valores Arquitectónicos”

“Posee esta Catedral, una planta en cruz latina, con crucero central destacado mediante una cúpula. Está desplazado hacia la parte oriental de la manzana,con su fachada principal frente a la plaza, permitiendo así, la creación de una plazuela, que como ampliación de un atrio al occidente, permite el acceso trilateral hacia el brazo del crucero del mismo costado. Interiormente posee tres naves dispuestas longitudinalmente, rematando la central en el ábside típico del Bizantino y épocas posteriores. Se traza el intercolumnio central, que separa las naves mediante columnas en madera de sección de cruz, a manera de las columnas románicas, que sin capitel están soportando arcos de medio punto, que determinan sobre ellos una división estructural, que puede asimilarse a la planteada por el Románico reformado de San Pablo Extramuros de Roma. La cúpula está soportada mediante arcos torales, también de medio punto y que enmarcan la visual de la nave hacia el presbiterio, en donde se encuentra el ábside con el altar mayor en bronce dorado.

Superiormente posee una bóveda de cañón, que se desprende de la división formada por la parte superior de los arcos, proporcionando una mayor altura a la nave central, con respecto a las laterales.

 

Todo el conjunto interior, es una manifestación de la artesanía caldense de finales del Siglo XIX y comienzos del XX, pues a más de incluir el trabajo imponente, tanto de la estructura como de los acabados en maderas como Cedro, Roble o Comino, que aún se encuentran en los alrededores, sus detalles decorativos conllevan una dedicación que pocas veces podrá ser repetida. Muestra de esto, son sus frisos con decoraciones a manera de arco, entablamentos y remates de esquina o bocelados, rosetones y florones polilobados, curiosamente indicativos de la influencia Gótica en nuestros templos.

El volumen exterior, destaca los diversos elementos interiores, además de añadir otros que los complementa, ya estructuralmente, ya para el servicio propio del culto.

Los brazos del crucero sobresalen en forma amplia, llegando el oriental hasta el paramento de la calle y el opuesto, simétricamente sobre el atrio occidental. Tanto en estos como en el frontis, sobresale la forma de cubierta, en metal y a dos aguas, por medio de un vuelo similar al del tímpano o frontón renacentista o del neoclásico, sin base sustentante formal. El acceso principal, señalado mediante tres arcos de medio punto, soportados por columnas de fuste cilíndrico y rematado bajo el pseudo tímpano, con un friso de características similares a los interiores y un floron perteneciente al coro, perfectamente centrado con la nave principal; enmarcan el conjunto, dos columnas cuadradas, parcialmente embebidas en la fachada. Sobre las naves laterales y también al exterior, se destacan arbotantes adaptados del Gótico, pero de utilización más con muro estructural, que de adorno liviano. Por entre ellos, sobresalen los vitrales rectangulares, con remate superior curvo, que proporcionan variedad a las fachadas. 

Dos torres campanarias frontales y octogonales, se agarran al volumen longitudinal, manteniendo proporción de ellos, dentro del estilo Románico, con respecto a la altura máxima del crucero. Su decoración, similar a la general del conjunto, detallada a menor escala, los elementos utilizados en él. Rematan superiormente en triángulos que conforman cortes prismáticos triangulares por cada cara del polígono de la sección, a manera de ventiladores y que soportan las pequeñas cúpulas coronadas por agujas piramidales, que terminan en cruces de hierro forjado.

La cúpula del centro del crucero muestra externamente un tambor octogonal que la soporta y una cubierta cónica, también en el mismo material del tejado general. Se destaca el revestimiento del templo, construido con lámina galvanizada, que se utilizará posteriormente en el templo de la Inmaculada y en la misma forma. Completa el conjunto exterior, un atrio frontal a manera de tribuna sobre la plaza, con escaleras laterales que le proporcionan entrada hasta el nivel real del piso de las naves.

Las construcciones a los cuatro lados de la Plaza se conocen por viejas fotografías que nos han llegado hasta el día de hoy; algunas de ellas conservadas en el Archivo Fotográfico del Centro de Historia de Manizales, verdaderas joyas de nuestra historia.

A raíz de la conmemoración del PrimerCentenario de la Independencia, nuestras autoridades consideran que la ciudad debe engalanarse para celebrar dicho Centenario, en especial su Plaza Central; por lo que se convoca a un concurso, para adecuar con más gusto y que esté acorde con el adelanto que ya ha alcanzado nuestra ciudad.

La nueva Plaza fue construida en 1911, sobre planos del Ingeniero, Bernardo Arango V., ganador del concurso convocado para tal efecto, por su promotor, Dn. Estanislao Estrada. Siendo, este concurso, el segundo que se efectuaba en Manizales.

El Ingeniero Bernardo Arango V., por aquel entonces adelantaba sus estudios en la Escuelae Minas, en Medellín. 

Plaza que impresionó al viajero antioqueño Rufino Gutiérrez, el que por la época estuvo en Manizales y la describió de la siguiente forma: “....La antigua plaza principal se convirtió en parque, con verja de hierro, escaños y un bonito kiosco con que obsequiaron los medellinenses establecidos en esta plaza. El Parque es de Bolívar...”.

Esta Plaza que ya se denominaba Parque, nos la describe, hoy en día, el Arquitecto Hernán Giraldo Mejía, de la siguiente manera: “... Consistía en una planta circular, con anden exterior, marcada por cuatro accesos o puertas, jardines y piso duro concéntrico con espejo de agua en el centro (la pila metálica fue retirada con anterioridad y enviada a Santa Rosa de Cabal) y un kiosco lateral interno para las retretas, obsequiado por la colonia medellinense para la celebración de la Independencia de Antioquia el 11 de agosto de 1913; para 1914, se coloca la reja, como inicio en el lento proceso del fenómeno progresista de la “parquerización” y privatización de los espacios públicos; para el 7 de agosto de 1919, se colocó la primera piedra para la estatua del Libertador Simón Bolívar, de acuerdo a una copia de la del escultor Pietro Teneranni, solicitada a Italia y que se encuentra en Bogotá. Se hace el asfaltado alrededor, para contar con uno de sus mayores orgullos y símbolo del progreso:”la estación para automóviles” entre 1921

y 1923, más tarde llamados “carros de plaza”; todo gracias a la iniciativa de las damas más prestantes, logrando los dineros a través de bazares y actividades artísticas como las veladas, los sainetes y las célebres empanadas...”.

Juan Bautista Jaramillo Meza, describe este Parque, de la siguiente manera: “...el viejo Parque de Bolívar que sombreaban árboles frondosos y perfumaban matas espléndidas de intenso colorido en sus flore, y decoraban prados y arbustos que lucían la gama de los verdes, desde el más brillante de los retoños y las hojas nuevas, y el más desvanecido de los ramajes amortiguados, hasta el ya casi gris y casi oscuro de los pinos y las araucarias...”.

Señoreaba este hermoso Parque una estatua en bronce del Libertador Simón Bolívar, hecha tomando como original la estatua ejecutada para Bogotá por el escultor Pietro Teneranni, la que se había esculpido en Italia; de la que se colocó la primera piedra el 7 de agosto de 1919; estatua que en los actuales tiempos ha sufrido varios traslados y se encuentra en el día de hoy en la antesala de la Alcaldía Municipal.

El precioso Kiosco que se ubicaba en nuestra Plaza y que era utilizado como sitio de las bandas y orquestas en las retretas dominicales, fue donado por la colonia medellinense, residente en Manizales, para conmemorar el Centenario de la Independencia de Antioquia el 11 de agosto de 1913, los contribuyentes para esta donación fueron: Empresa Minera de La Cascada, Droguería Andina, Droguería Central, Basiliso Uribe, Enrique Uribe, Vicencio Upegui, Jesús Díaz, Francisco Sáenz, Ramón E. Escobar, Jesús Gutiérrez, Enrique Valencia, Eliseo Medina, Juan B. Moreno, Alberto Mejía, Mariano Angel, Ricardo Vallejo, Luis F. Gómez, Roberto Gómez, Guillermo Uribe, Francisco Jaramillo M, Modesto Upegui, Carlos Gaviria, Carlos Gónima, Juan C. Arango, Eladio Escobar, Manuel Restrepo R, Pascual Uribe W, Emilio Uribe W, Oswaldo Meza, Jenaro Mondragón, Luis F. Escobar, Gabriel Sáenz, José P. Escobar, Samuel Angel, Gabriel Orrego, Alvaro Carvajal, Darío Jaramillo, Ramón Correa, Pedro M. Sáenz G, Gabriel Sáenz de la R, Sinforiano Hernández, Benjamín Valenzuela, Nacianceno Uribe, Heliodoro Moreno, Heliodoro Restrepo, Roberto Londoño M, José Medina, Bernardo Escobar, Enrique Castro, Salvador Ruiz, Rafael Mendoza, Juan de la C. Gómez, Luis Vallejo, Salvador Arias, Antonio Mejía H, Jesús Hernández, Elías Moreno, Pedro L. Mejía, Tiberio Mejía y Ricardo Restrepo C.

En el costado norte se encontraba el primer edificio de la Gobernación de Caldas, preciosa construcción de dos pisos, en armazón de madera, con revestimiento de láminas metálicas, diseñado por el antioqueño, Ingeniero de Minas, José Ramírez Johns, ganador del concurso que para tal efecto se abrió en la ciudad, el que entre otras cosas fue el primero efectuado en nuestra historia ciudadana y que presidió el Dr. Emilio Robledo.

Edificio que nos describe Rufino Gutiérrez, así: “.... La casa de Gobierno o palacio departamental, situado en la plaza de Bolívar, de dos, de tres y de cuatro pisos por la desigualdad del terreno. Es edificio que haría honor a cualquier capital de Departamento, muy ventilado, con excelente luz todas sus dependencias; oficinas suficientes para todos los ramos de la administración tal vez demasiado amplias, especialmente el espacioso salón de la Asamblea; abundante agua, excusados inodoros y profusión de alumbrado eléctrico. Está formado por tres grandes claustros o secciones comunicadas entre sí y cada una de ellas con amplio patio cementado...”.

En el sitio que se levantó esta Gobernación existió, por muchos años, un enorme y poco elegante edificio donde funcionaba la Cárcel, construcción que fue comprada a mediados de 1910, por el Gobernador Ramón Jaramillo, quien dio inicio a la construcción del palacio Gubernamental, el que fue concluido en el mandato del Dr. Emilio Robledo.

En el costado sur, el más notable, según decían los que lo conocieron, pues allí se encontraban, el segundo Templo que tuvo la ciudad y que luego de 1901, fuera la primera Catedral, separada por un pasaje peatonal, un predio de sencilla proporción y haciendo esquina una casona donde funcionó el Salón La Cascada y un Gabinete Dental, en el primer piso y en el segundo una vivienda, casona demolida en 1916, para construir el edificio que albergó al Banco de Caldas en el primer piso, junto con el almacén de Escobar y Angel y la Agencia de la Colombiana de Tabaco, y en los dos pisos superiores el Hotel Internacional, que nos describe Don Luis Londoño O.

“...Este magnífico edificio de tres pisos, de un estilo severo, casi sencillo y en esto consiste su elegancia, porque carece de esos adornos que al recargarse, dan un aspecto churrigueresco a las construcciones, es considerado y con razón, como el mejor de la ciudad y ha despertado sincera admiración en cuantos viajeros, nacionales o extranjeros nos visitan con frecuencia. En el primer piso están las oficinas del banco y sus enseres, parte americanos y parte construidos aquí, nada dejan que desear, en cuanto a gusto, solidez, elegancia y comodidad. De igual manera están arreglados otros dos almacenes en el mismo piso, destinados para alquiler. Sus pavimentos son de mosaicos de vistosos dibujos y su atrio de cemento muy bien pulimentado revela gusto en su ejecución. Sus paredes, del segundo cuerpo hacia arriba, son de madera con un revestimiento de cemento, sobre mallas de acero. En el interior, en el segundo piso hay un espléndido salón, regiamente decorado y amoblado, destinado para comedor del acreditado Hotel Internacional, considerado como el mejor de la ciudad...”.

En los costados, oriental y occidental, de esta plaza persistieron las viejas casonas que existían desde las décadas de 1860, 70 y 80, sin ninguna variación, en cuanto a su presentación exterior, pero sí con algunos cambios de uso, el que era principalmente de comercio, destacándose la ubicada en la esquina nororiental, que era un anticipo de los denominados centros comerciales de hoy, pues era ocupada por diferentes casas comerciales, que utilizaban sus paredes exteriores para anuncios publicitarios de su amplio surtido de mercancias.

Esta Plaza desaparece, en gran parte, en el gran incendio del 3 de julio de 1925, consumándose, totalmente, su desaparición, 8 meses después, el 20 de marzo de 1926, cuando el fuego arrasa con casi todo el centro urbano y comercial de Manizales.

 

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